lunes, octubre 30, 2006

Palabras que atrasan, que adelantan, que condenan...

Afirmar que "en el principio era el verbo" sería confirmar que, con el tiempo, éste se ha transformado en partículas de una jerga o madeja de términos que son códigos que tímidamente van incorporándose en la comunicación cotidiana. Palabras de moda que dicen mucho y, a veces, nada que ver; y sin embargo llevan sobre sus espaldas una época, una generación.

En el libro La seducción de las palabras (Taurus, Madrid, 2000), Alex Grijelmo refiere que ellas "arraigan en la inteligencia y crecen con ella, pero traen antes la semilla de una herencia cultural que trasciende al individuo. Viven, pues, también en los sentimientos, forman parte del alma y duermen en la memoria. Y a veces despiertan, y se muestran entonces con más vigor, porque surgen con la fuerza de los recuerdos descansados".

Ejemplos que delatan

Quizás algunas generaciones cuentan con mayor facilidad para revivir esos recuerdos descansados. "Si, por ejemplo, le recomienda a una persona menor de 35 años (y con poca lectura) Prueba de Amor, de Roberto Arlt, va a tener que explicarle qué quiere decir la frasecita, como así también noviazgo de zaguán y calentar la pava, desafía sonriente Susana Anaine, subdirectora del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras.

Los nacidos en esta tierra, tan coquetos, tan pendientes de la imagen, advierten que una palabra fuera de moda es un incómodo obstáculo para acceder a determinados círculos sociales, admite Anaine y comenta: "Desde hace unos 15 años todo lo aceptado es copado. La gente, hasta hace unas décadas, decía te quiero, porque decir te amo sonaba a novelas de Corín Tellado. Hoy se dice, por ejemplo: Fulana lo ama mucho, porque es cool. Las cosas que antes eran lindas, hoy son bellísimas o relindas. Sería un quemo (lo que en los años 80 se llamaba bochorno o incendio) dirigirse a un chabón (vesre del antiguo y lunfa boncha) con un anacrónico ñato, flaco o sentime, negro.

"Tampoco -agrega Anaine- corren más empilcharse o arrequintarse, términos reemplazados por producirse, y es mucho más fashion lo que antes era muy comme il faut. Es gracioso advertir en esta época la introducción de tecnicismos que conversaciones coloquiales: insumos, prestador de servicios, adicto, capacidades reducidas, disenso, consenso, consumir, terapia, sustancias..."

Las que se quedaron

"Si viviste en los años 80, no te los acordás; si no los viviste, sí", sostiene este adagio popular anónimo, pero la década fue un despertar de nuevos vocablos o, mejor dicho, de otras significaciones para palabras que parecían estar en otra. Pocas de esas ochentistas sobrevivieron, alguien con nostalgia por lo reciente recordará las palabras psicobolche, vivenciar, conflictuado, péndex, brutal, progre, fachero, amigovio, unisex, qué pálida, curtir... Sobrevive, eso sí, es como que (frase multipropósito).

"Una palabra posee dos valores: el primero es personal del individuo, va ligado a su propia vida; y el segundo se inserta en aquél, pero alcanza a toda la comunidad. Y este segundo significado conquista un campo inmenso, donde caben muchas más sensaciones que aquellas extraídas de su preciso enunciado académico", escribe Grijelmo.

En el olvido

Entre las expresiones que pertenecen al cofre de los recuerdos, Anaine enumera, memoriosa: caquero, darse una biaba, qué macana, qué macanazo, chocolate por la noticia, pasar calor, vivito y coleando, Pochita Morfoni, bobo, bárbaro, macanudo, ser el hijo de la pavota, un kilo y dos pancitos, cerrar el pico, regio, mersa, cache, hecho bolsa, cachar, cachada, pegar el estirón, darse dique, farolero y las exclamaciones ¡A la Madonna! y ¡A la flauta! Un chiste del folklore local sirve para dar una idea del peso de frases hechas costumbre oral: "Tipo fue a nadar y, bueno, tipo nada".

Chicos y grandes

Existe un espíritu caprichoso en el mundo oral: si uno atiende la manera de ciertas expresiones podría advertirse una pérdida de virilidad. Los padres hablan ahora como sus hijos. "Los chicos tienden a resumir, se saludan con un holi, consultan a la seño, visitan a la abue, dice Anaine.

Obvio se pronuncia tanto como okey, abusivamente. En lugar de decir sí, hoy se usa absoluta o totalmente. Es cool o recool. El éxito es lo divertido. ¿Qué onda?, es el saludo que -se hubiera dicho en los años 60- está de onda o se usa para estar en la pomada. A la gente le pasan cosas a veces muy fuertes. Lo grave de ayer es lo denso de hoy. El british y antiquísimo spleen fue opacado por el stress. Bueno, no, nada, es muchas veces una respuesta porteña con aires de existencialismo francés. Hoy, el está todo bien es el no hay drama, loco de la época en que Baglietto cantaba sus hits, recién llegado de Rosario.

Intrusas

El intrusismo oral existe. En la Academia Argentina de Letras estudian las laberínticas derivaciones de términos que olvidaron su origen durante el camino, muy transitado por cierto. "Mal es un ejemplo claro, término que surge con vehemencia a partir de 2000 y se instala en la comunicación oral en forma excesiva. Se usa para dar una idea de intensidad, de cantidad y hasta para referir lo contrario", comenta Anaine. "Yo sé muy bien/ como hacerle bien,/ y sé remal como hacerle mal", se escucha en el disco de Nerdkids, esos chicos modernos de La Plata.

El mundo de la computación y el universo de Internet han hecho su gran aporte: caída de sistema, tildarse, backupear, nerd, chip. "Muchos anglicismos nos han llegado de la mano de los medios masivos de comunicación y de las apresuradas traducciones de películas y de literatura extranjeras", sigue Anaine. Y no faltan ejemplos llegados de otras áreas: delivery, sale, outlet, jeans, scooter, voucher, marketing, target, etcétera.

También los sólidos ejecutivos de los años 70 se transformaron -además de yuppies, quizás un tanto light en los años 90- en los decisores de 2000 y los CEO del universo corporativo.

Aporta, además, el poeta Luis Rosales en Poesía Reunida (Seix Barral, Barcelona, 1981) al expresar que "la palabra que decimos,/ viene de lejos,/ y no tiene definición,/ tiene argumento./ Cuando dices nunca,/ cuando dices bueno,/ estás contando tu historia sin saberlo".

Alejandro Schang Vitón / Diario La Nacion / Argentina 2006

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